Decidieron quedarse ahí, donde ya no había nada.
Una tarde, las hojas cayeron. Vieron su sombra tambalearse, en un hilo de agua. Temieron a las flores y despertaron. Congelados.
Despertaron y el bosque era sintético; los sueños, estériles. El estanque, de plástico.
Se encontraron a sí mismos muertos, disecados. De los agujeros, se escapaba el aserrín. Creyeron que el pasado era el ahora y miraron hacia arriba, pero el cielo estaba ciego; ya no ardían otros soles. Tampoco su interior.
Perdieron la tierra y la luz. Los pájaros e insectos se ahogaron en la noche de alquitrán. Llovieron plumas.
Los recuerdos eran prestados, pero no escucharon. Mintieron. Callaron.
El presente lo era todo: el océano perpetuo. Pero la Voz se apagó y en el horizonte, el futuro escapaba hacia la Nada.
El invierno floreció,
pero sin ellos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario