jueves, 21 de abril de 2016

La Parábola del Lobo

El pueblo de Uhm es famoso por próspero y porque su señor cría lobos, para la guerra. Los animales son elegidos entre los ejemplares más fuertes, feroces y, sobre todo, inteligentes. Reciben una alimentación tan selecta y un entrenamiento tan estricto, que Uhm es temido por sus enemigos y estimado por sus aliados, quienes compran camadas completas a precios muy altos, para mejorar sus ejércitos.

Durante las Grandes Guerras, quiso el destino que naciera, en la camada selecta del castillo para la guardia de Su Señoría, un lobo albino: hermoso ejemplar.  Sus aptitudes para la batalla, su elegancia y sus ojos vivos hicieron que enseguida,  su Señoría lo tomara como favorito y le hiciera construir una armadura de plata brillante que lo distinguiera del resto, aún más.

Acompañaba a su amo a todas las batallas, sentado a su derecha en el carro de guerra. Era fiero y veloz, casi temerario. Salvó la vida de su Señor muchas veces, aplastando el cráneo de sus enemigos entre sus fauces. En los breves momentos de paz, gozaba de una vida privilegiada en el castillo, donde las damas de la corte  lo mimaban y se le permitían las mejores comidas; siempre en compañía de su amo.  Los rumores decían que ambos compartían un pedazo de la misma alma.

Pero pasó, que un día, el lobo se puso triste y sus ojos comenzaron a morir, poco a poco. Con ellos, el corazón de su Señor. Al final de una batalla llena de gloria, llevó al lobo al Corazón del Bosque y le quitó la armadura.  "Eres libre, le dijo. Naciste para ser rey, ahora ve y reina sobre los que son como tú, no serás un simple soldado ni un perro de cría." Y lo abandonó, para que se alimentara de las bestias del mundo.

Una noche, mientras aullaba, distinguió la respuesta nítida de otros lobos. Los lobos de Guerra estaban entrenados para no hacerlo, de lo contrario, delatarían su posición en la oscuridad y pondrían en peligro la estrategia de los generales. Con emoción, los buscó. No quería ser rey, quería sentirse a salvo, parte de aquellos que consideraba sus iguales.  Se adentró en el bosque, alejándose de Uhm, hasta que los encontró. De la espesura, salieron unos grandes ojos, brillando con la ira de la Luna. El Lobo era de su tamaño, gigantesco,  porque los lobos de Uhm fueron criados para ser enormes. El Lobo Albino dio unos pasos adelante, contento.

Entonces, el resto de los lobos lo atacaron mientras el líder miraba, sin compadecerlo. Y aunque pudo matarlos, a todos y cada uno, permitió que su cuerpo fuera herido para acompañar a su alma.
Lo dieron por muerto y lo dejaron. Permaneció solo y en la nieve, muchos días. Finalmente, se paró, cuando las heridas casi habían cerrado y volvió al castillo de Uhm, donde su amo se preguntaba por qué su aullar se había perdido en el horizonte. Cuando lo vio llegar, ensangrentado, más triste que nunca, con los ojos completamente muertos, enterró en lo más profundo de sí mismo lo que quedaba de su corazón. Lo abrazó. Y el Lobo Albino murió en ese instante entre sus brazos.

El señor de Uhm mandó exterminar a la raza de los lobos: domesticados y no.

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